1. Introducción al Romanticismo
Con el término “Romántico” se suele aludir al movimiento cultural dominante en el terreno de las ideas, el arte y la literatura durante la primera mitad del siglo XIX. El concepto había aparecido mucho antes, a finales del siglo XVII, como derivado del sustantivo “roman” (novela) y es, por tanto, sinónimo de “novelesco”, fantástico o propio de la ficción literaria. Pero no fue hasta el último tercio del siglo XVIII que en Alemania el término se pasará a utilizar para designar un tipo de literatura, una nueva estética opuesta al clasicismo.
Sin embargo, el Romanticismo no es solamente un fenómeno literario, ni tan siquiera artístico; se trata, más bien, de una revolución cultural que contribuyó también de forma decisiva al nacimiento de un nuevo modo de pensar, de sentir y de vivir –éste ya sí, genuinamente moderno- del que aún somos deudores. Dicha revolución se concretiza en los siguientes aspectos: 1) Reacción en contra del espíritu analítico y mecanicista de la Ilustración y reivindicación de la religión y la poesía; 2) nacimiento de un potente culto al individuo, la naturaleza, el sentimiento y la fantasía; 3) sed de absoluto, inconformismo y rebeldía con respecto a los límites impuestos a la existencia humana; 4) introducción de un principio de libertad absoluta del genio creador como reacción a la mentalidad normativa neoclásica; 5) actitud nostálgica hacia el pasado (sobretodo, del pasado medieval), nacida del desasosiego producido por el presente, y dignificación de los géneros populares que expresan la idiosincrasia de los pueblos.
2. Antecedentes y génesis del Romanticismo
Los historiadores de la cultura coinciden en utilizar el término “prerromanticismo” para referirse a una serie de tendencias que aparecen en el último tercio del siglo XVIII, y que, de algún modo, prefiguran muchos de los rasgos característicos de la nueva sensibilidad nacida con el Romanticismo. Todas estas tendencias tienen en común el hecho de suponer una especie de rebelión en contra del dogmatismo racionalista de la Ilustración, y de las concepciones materialistas, analíticas y mecanicistas del hombre, la naturaleza y la sociedad que de ella se derivan. Algunos de sus rasgos característicos son la revalorización del individuo y del sentimiento, una nueva sensibilidad hacia la Naturaleza (convertida en muchas ocasiones espejo del Yo) y un culto al genio, la imaginación y la ensoñación. No es, pues, de extrañar, que los románticos vieran en autores como J.J. Rosseau (La nueva Eloisa, Confesiones) un precursor de su movimiento.
La influencia germánica fue decisiva para la consolidación del la nueva sensibilidad. Tras el “Sturm und Drang” (Goethe, Schiller), que ya proclamaba la primacía del sentimiento sobre el intelecto, y su culto al genio, se introduce un revolucionario principio de libertad absoluta en la creación poética diametralmente opuesto al carácter normativo y prescriptivo de la mentalidad clasicista que había dominado en Europa. En palabras de Fr. Schlegel, probablemente el principal teórico del Romanticismo, “la poesía romántica es la única que es absolutamente libre”, y la única ley que reconoce es que la libertad del poeta no admite ley alguna por encima de él. Todo ello va unido a una absolutización de la literatura; se proclamará el valor infinito de la poesía, y Novalis llegará a afirmar que la poesía es lo único absolutamente verdadero, y que cuanto más poético, más verdadero.
En el terreno de la literatura, cabe destacar a Goethe, cuya influencia resulta patente tanto en el campo de la lírica, como en el del teatro o la novela. Los sufrimientos del joven Werther (1774), que narran la desgraciada historia de un joven melancólico cuyo amor por una mujer casada le acaba llevando al suicidio, fueron leídos en toda Europa. Y Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, significaron en muchos sentidos la refundación de un género, la novela, que junto a la lírica sería el mayor exponente de la literatura romántica. Por otro lado, autores como Herder, revitalizarán el interés por el propio pasado histórico y legendario de los pueblos, fenómeno que, en el campo de la literatura, se concretiza en una fascinación por todo lo que respire un aire de folklore, popularidad o pasado heroico (leyendas, mitos, cuentos), y se rehabilitarán géneros medievales como la canción o la balada.
Pero hubo igualmente otros influjos procedentes de Inglaterra, y no solamente en el terreno de la lírica (donde poetas como Blake, Wordsworth o Coleridige jugaron un papel fundamental). Shakespeare resultará un precedente ineludible en la renovación del teatro (género en el que el espíritu preceptivo de la poética neoclásica se había mostrado más activo), y lo mismo sucederá con autores anti-clasicistas como Cervantes, Lope de Vega o Calderón, que serán redescubiertos y revalorizados.
3. El Romanticismo en otros países
El Romanticismo no es un fenómeno unitario, sino que se caracteriza por la diversidad y heterogeneidad de los romanticismos que se desarrollaron en diversos países de Europa.
El Romanticismo alemán está estrechamente vinculado a la filosofía de pensadores como Fichte, Hegel o Schelling, cuyo idealismo se erigió como una reacción al pensamiento analítico de la Ilustración. La contribución alemana al movimiento tuvo lugar, principalmente, a nivel teórico; en este sentido, cabe destacar el llamado “Círculo de Jena” (Schlegel, Novalis, Tieck, Schelling, Schleiermacher), cuya actividad teórica introdujo la modernidad literaria en Europa. En el campo de la literatura cabe destacar a Novalis y Hölderlin (lírica), Tieck (teatro) o Kleist (narrativa).
También fundamental para la fundación del movimiento, sobretodo en el terreno de la lírica, fue la literatura Inglesa, con autores como Blake, Wordsworth y Coleridge (ambos publicaron las Lyrical Ballads, un auténtico hito de la literatura romántica); esta primera generación romántica vino seguida de una segunda, con autores como Keats, Poe o Byron (poeta que encarna el prototipo del héroe romántico rebelde e inconformista).
En Francia, el Romanticismo llegó un poco más tarde, y lo hizo de la mano de Madame de Staël, que introdujo en este país la nueva sensibilidad artística nacida en Alemania. Cabe destacar la obra de Victor Hugo, cuyo Prefacio al Cronwell constituye un referente ineludible del programa romántico; pero donde más productivo se mostró este movimiento fue en el campo de la lírica, con la obra de autores como el mismo Hugo, Lamartine, Vigny, Musset o Nerval.
El movimiento romántico tuvo también implantación en otros países, caso de Italia (Leopardi, Manzoni, Foscolo) o Rusia (Pushkin).
4. El Romanticismo en España
Como señala José María Valverde, el Romanticismo llega a España tardíamente y de forma parcial y sesgada. Esto se puede deber al hecho de que en España ni la Ilustración ni el Clasicismo (los movimientos contra los cuales el Romanticismo se erige como reacción) tuvieron una implantación destacable. La primera figura romántica en España es Ángel de Saavedra, Duque de Rivas, con su Don Álvaro o la fuerza del destino. Pero la imagen arquetípica del poeta romántico está encarnado por José Espronceda, cuya poesía –piénsese en su Canción del pirata, El estudiante de Salamanca o El Diablo Mundo- reproduce el esquema del individuo soberano y libre. Zorrilla, en cambio, obtuvo popularidad en la escena: su famoso Don Juan Tenorio recrea en clave romántica el tema donjuanesco tratado ya por Byron. Paradójicamente, más tarde, en pleno apogeo del Realismo, románticos “retardados” (en palabras de J.Mª Valverde) como Bécquer, Jacint Verdaguer o Rosalía de Castro sacarán buenos frutos del Romanticismo cuando dicho movimiento ya había pasado.
5. Conclusión
En síntesis, el Romanticismo es un movimiento cultural que dominó la primera mitad del siglo XIX, y que supuso, en muchos aspectos, la fundación de la sensibilidad moderna. Nace durante el último tercio del siglo XVIII en Alemania (importante será el trabajo teórico del llamado Círculo de Jena) e Inglaterra, pero se va extendiendo progresivamente por otros países Europeos. En España el Romanticismo llega de forma tardía y sin dejar muchas obras destacables; sin embargo, cuando el Realismo ya dominaba la literatura europea, florece en España un posromanticismo muy potente con autores como Bécquer, Verdaguer o Rosalía de Castro.
Pere Pajerols
Bibliografía:
De Diego, R. (Ed.), “Introducción al Romanticismo” dentro de: Antología de la poesía romántica Francesa, 2000.
Wellek, R. y Warren, A., Historia de la crítica literaria moderna, 1949.
Fr. Schlegel, Fragmentos, (trad. Pere Pajerols), 2009.
De Riquer, M. y Valverde, J.Mª, Historia de la literatura universal II. Desde el Barroco hasta nuestros días, 2007.
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